jueves, 24 de marzo de 2011

24 de marzo de 2011, a 35 años del inicio de la masacre institucionalizada.



Hoy leo con náuseas a cierta prensa que hace gala de una particular retórica para justificar lo injustificable. Que existe parangón entre aquella Argentina del ‘75 y ésta. En igual sentido, los intentos de algunos programas para “ubicarnos” en el contexto histórico y justificar el 24 de  marzo del ’76. Por favor, escóndanse en lo más profundo de sus madrigueras. ¡No!, me retracto: mejor tenerlos así, a la luz, expuestos a la vista de toda la sociedad, como a Bussi, como a Rico, como a Patti, como a Grondona, como a Morales Solá, que se blanqueen. La gente no ingiere más material vítreo. Final de cuerda para ellos, los golpistas. Añoranzas del terror es lo único que tienen como patrimonio. Cuando los sindicalistas eran chupados, lo eran por representar derechos de los trabajadores no por actos de terrorismo. Y sí, en cambio, los chupadores hacían política terrorista a pedido de intereses económicos bien conocidos. “Dos demonios”. Quieren comparar una violencia parcial, fragamentada, a cargo de un grupo de delirantes con algunas justificadas razones o no, con otra violencia brutal y desproporcionada, organizada desde el aparato de gobierno, que comprometió a los tres poderes del Estado, a las corporaciones sociales, a la Iglesia, en una cruzada vergonzosa, venal, injustificable. Cuando me ataca un civil me protege el Estado, acudo a él, pido ante el Poder Judicial, invocando normas que sancionó un Congreso y reglamentó un Poder Ejecutivo, con la Constitución y las leyes que me protegen en la petición. Cuando me ataca el Estado me protege “magoya”, y a llorar a la iglesia. Ni eso; la iglesia se hace la tontuela, mira para un costado, busca maricas para ponerlos todos juntos en una isla, mientras tanto, bendice los cañones, engorda las abultadas panzas de sus personeros, reniega de los curas villeros y los delata para que, de paso, también desaparezcan, pero que de esto no se hable. Basta de farsa. Nunca es mala la verdad. A marzo de 1975, en el gobierno, una élite mafiosa: López Rega y su entorno, Isabel: una incapaz e inoperante gobernante en manos del brujo. Armas en el Ministerio de Bienestar Social para asesinar zurdos. La “juventud maravillosa” sí, era maravillosa, como lo es toda juventud. Es un concepto tautológico. El hecho de que una parte minoritaria insolada, como el ERP, montoneros y otros de igual signo se arrogaran la representación del pueblo que nunca tuvieron, no quita lo anterior, ni desdibuja la calaña perversa de los golpistas, cuyo mayor delito fue masacrar para entregar la patria según claras instrucciones impartidas desde afuera; hipotecando el país a niveles vergonzosos para generaciones futuras. Por eso, hacer comparaciones entre aquélla y la inseguridad actual es pura perversión. Desde luego que hay lugares de inseguridad. El edificio Cavanagh es un lugar de inseguridad, allí vive Martínez de Hoz. Es peligroso, como lo es el barrio de Recoleta o de Palermo Chico, donde aún viven muchos de los personeros civiles de aquella gesta oprobiosa. No sólo la villa 31 provoca escozor. El golpe militar fue el trabajo sucio necesario para que la entrega de sus secuaces civiles prosperara. Quisimos hacer un ..."país moderno" lo definía Walter Klein. Para eso, era imprescindible chupar a sindicalistas, artistas, políticos e intelectuales que se resistieron al saqueo. Para hacer juego a la entrega, era necesario contar con la política de “campo arrasado”. Corruptos y baratos golpistas. Jamás un acto de honor, algo que los dignificara. Su mejor baldón fue disparar a matar desde la frontera hacia adentro; muerte y tortura contra civiles indefensos, por un  grupo ínfimo de guerrilleros que los enfrentaron y que usan como una penosa justificación en los verdaderos y definitivos juicios por la memoria y la verdad. Cuando tuvieron que defender el honor de la Patria frente a la invasión real de un colonizador conocido e históricamente declarado, mandaron al matadero a pibes sin pertrechos, muchos de los cuales ni conocían el mar. Ellos, en cambio, campantes detrás de sus escritorios lujosos, carraspeando en sus trasnochadas borracheras de alcohol berreta. Miserables sin nombre. 
Si San Martín resucitara también carraspearía, pero para escupirlos. Asesinos seriales, impotentes perversos, enemigos de las ideas, temerosos de la verdad, ladrones vulgares, saqueadores travestidos con uniformes de la Patria que les han quedado, siempre, siempre, demasiado grandes.
Cipayos eternos.
Calificación final: Honor: Cero.
A marzo, mejor aún: a juicio eterno; a reencarnación, de babosa para abajo. 

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3 comentarios:

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  2. Nauseas, vergüenza, sucios, nunca es mala la verdad, añoranzas del terror y es lo único que tienen como patrimonio.
    Son palabras y frases que me han hecho ruido, como dicen ahora... un ruido que estaba dormido en mi... en esa época yo tenia 15 años y sabía que me rondaban, quienes?... perdón... me parece que si los nombro van a volver... shhhh...
    Alberto... les has dado una voto alto en la materia Honor...
    Gracias por tu recuerdo que seguramente habrá despertado en muchos nauseas y en algunos otros...(ojalá) vergüenza...

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  3. Y otro de los inefables, Morales Solá –que cuando era tiempo de advertir mantuvo la lengua prudentemente metida en el orto, con perdón– advierte que el país "camina hacia el autoritarismo". Mal asunto cuando los patos le tiran a las escopetas.
    H.R.

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