sábado, 30 de octubre de 2010

La despedida - 2 - El regreso





28-X-10. La tardecita de Buenos Aires. Me llama mi esposa. Quiere ir a la plaza y que la acompañe. Ella también está unida a un tipo por más de 35 años y entiende por lo que debe estar pasando la Presi. La diferencia es que todavía no le doy motivo. A la Dorita, no a la Presi. A la Presi la banco. Aunque no la voté (¡¡ Pino, devolveme mi voto. Es una orden, ya no es más un pedido !!). Vamos juntos. Entramos por la Diagonal Norte. Colombianos. No los había visto antes. Sí a chilenos, paraguayos, peruanos, bolivianos. Y a los europeos. De todos los colores. Cámaras sofisticadas. Todas las clases todas. No hay ningún riesgo. Cuando la gente – el pueblo - está en la misma, no hay lugar para el temor. Lo demás está en la especulación de los instaladores. Como en el festejo del bicentenario. Estamos llegando. Clima más tristón que a la mañana. Cuando se va el sol todo es más triste. Accedemos a los mensajes de despedida. Más flores y recuerdos de todo tipo. El relicario popular. Una vuelta, otra columna que llega y allá vamos. La fila es incomprensible por lo interminable. Pasa por la Plaza, pero mira al revés, para la Nueve de Julio. Llega a Carlos Pellegrini, dobla y entra por Avenida de Mayo, otra vez hacia la Plaza. Me dicen que hay otra columna por Reconquista. Y otra por 25 de Mayo. O lo escuché después. O lo vi por TV. No importa, es el mismo presente. Es hoy. La pantalla reproduce el gesto austero de la viuda. De a ratos aparece también la hermana del difunto. Siempre con su perfil bajo. Políticamente correcta; hacedora callada. De repente una gran movida pasa frente a la Catedral. La catedral de la misa del cardenal conciliador. Lo asistió el hermano de mi amigo muerto. También cardenal. Tan diferente. Amor. Paz. Reconciliación en Cristo. Amén. Qué lindo va a ser el mundo del nieto del carcelero. Vuelvo a la columna que pasa por delante del templo. La reconozco. No se puede evitar aplaudir con todas las ganas. La Tupac Amaru. Ellos, jujeños, morochos anónimos. Con Milagro Sala a la cabeza. O por ahí entreverada, si no a la cabeza. Me meto. La arrastro a mi mujer y llegamos. Escucho la arenga de Milagro. “Quiénes somos” y la columna responde el nombre de todos. “Qué queremos” y la columna responde. Responde “educación”, responde “salud”, responde “trabajo”. Claro. Tiene razón Gerardo Morales, estos jujeños son guerrilleros, aprietan a la gente. Hay que meterlos presos. Sobre todo si te tiran huevazos, Gerardo. Con lo cara que está la comida. Cruzo la valla del abrazo circular. Los collas me creen que voy hacia ella con toda la buena onda del mundo. Ni necesito explicarme. Más fotos. La alcanzo, la toco, la beso. Es un honor. Estamos contentos dentro del luto. La gente aplaude. Todos aplaudimos. La Tupac Amaru presente. Nosotros también.
Ponele hache.

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Ósculos y abrazos

viernes, 29 de octubre de 2010

La despedida (parte 1)


28-X-10. Media mañana. Voy casi como de paso. Pienso en imágenes posibles. Estoy llegando. Muchísimos jóvenes. El entusiasmo que recuerdo haber tenido en los setenta. Algunos agradeciendo a viva voz haber ingresado a la política de su mano. Muchos de generación intermedia; digamos… creciditos. Algunos bastante mayores; algunos viejitos con sillas. En la fila, testimonios varios. Que gracias a Néstor la política volvió a estar arriba de la mesa, que yo no lo voté pero digo presente, que hay que profundizar el modelo, que hay que apuntalar a Cristina, que después de esto con qué cara aguanta en la Rosada ese híbrido de vicepresidente. Uno asiente, otro gesticula, alguien modifica el adjetivo. La fila interminable bajo un sol pegador. Unos con sombrillas, otros con paraguas, alguien con un diario sobre la cabeza, a dos aguas. Flores, muchas flores. Esquelas, mensajes de todo tipo. Los carteles, los grupos, las banderas, las consignas. Las pintadas. Los morochos. La portación de rostro inequívoca de los más humildes. Esos que afean la Ciudad para un sector de nuestra sociedad; a esta Ciudad que se parece a París, que se parece a Madrid, que tiene el Colón, que va corriendo cada vez más a los que la deslucen mostrando sus colchones, sus cartones, sus carencias. Ellos, que obligan a cercar las plazas, a poner rejas en las iglesias. Comunidades latinoamericanas con sus propias insignias; sobre todo bolivianos y peruanos. Las presencias. El protagonismo. No lo veo por TV. Estoy. Una señora me pide que la fotografíe con su ramo y su cartel. Es humilde, habla en voz baja, está muy triste. Es conmovedora. Se juntan varios: “acá maestro”; son del mismo gremio. Llaman a otro que viene rengueando. Posan con la “V”. Sonríen. Es día de luto pero igual sonríen. Listo. Agradecen. Un señor de saco y corbata aprieta una bandera con el rostro del difunto. Posa, me saluda respetuoso. Sigo.
Encaro hacia la oficina a paso rápido. Uno se debe a su público. Y tengo necesidad de bajar las fotos. Tomo Corrientes. Leo de pasada, sobre un estante de libros a cinco pesos: Bill Gates habla. Qué buen auspicio, con el tiempo comerá solito.


... Acá van las primeras vistas..

Ósculos y abrazos